Alfa y Omega. Pecados y Virtudes

En 2019, Javier B. Martín –coleccionista y director de Ars Citerior– nos proponía a Pep Garro y a mí un reto artístico: elaborar conjuntamente, y sin límite alguno, una colección de ensamblajes dedicada a los siete pecados capitales y a las virtudes opuestas. Pero, muy pronto, los compromisos profesionales de Garro le derivaban hacia otros proyectos. En este espacio de tiempo el Museo Tiflológico de Madrid me sugería la posibilidad de presentar en su sala de exposiciones temporales alguno de mis proyectos… La suerte estaba echada… Mis Pecados y virtudes se encaminarían por una senda concreta, la de la inclusión. En consecuencia, tendrían que superar el concepto de icono visual y experimentar con otros que permitan reconocer la obra a través del sentido del tacto.

Por todo ello, además del ejercicio básico de composición para la observación ocular, he pretendido –ya se analizará con qué éxito–, componer sencillos ensamblajes con figuras, relieves y objetos, sobre tableros y armazones cubiertos con materiales de texturas diferentes y tratados con procedimientos dispares que estimulen el tacto y la imaginación de aquel que se acerque hasta estas piezas –todas, identificadas con su título en braille–.

Esa dualidad entre el mal y el bien, entre los pecados y las virtudes, y la postrera victoria de éstas, sería durante décadas el argumento recurrente de la iglesia para amedrentar a sus fieles y para concebir una sociedad de hombres justos. Es cierto que en España las mujeres y hombres de mi generación –a la que pertenecen también Martín y Garro– fuimos los últimos en recibir una educación encorsetada y encaminada hacia esa senda de perfección; y, no es menos cierto, que desde el último tercio del siglo XX muy pocos se preocupan por caer en los brazos de los vicios que se identifican con los pecados para, una vez reconocido su error, correr hacia el benévolo regazo de las matronas virtuosas. Entonces, quizás, este asunto que aquí se expone sea uno de los últimos ejercicios plásticos que atienda a esta controversia planteada por el arcaico catecismo.

Sólo nos queda, por tanto, el consuelo de una mirada retrospectiva que nos permita atajar vagos recuerdos de nuestra memoria, de desvelar imágenes que rememoren la incansable búsqueda del perfeccionamiento que preconizaban los filósofos de la antigüedad y que codificaron los doctores de la iglesia en sentido contrario cuando focalizaron el objetivo en la identificación del pecado y en la lucha individual y particular hasta su derrota total.

Debo advertir que el proceso creativo se desarrolló durante el confinamiento y bajo las restricciones impuestas por la crisis sanitaría más grave conocida durante décadas. No cabe duda que esta coyuntura determinará notablemente el espíritu, la iconografía, la simbología y el aspecto formal de todo el conjunto y de cada uno de los ensamblajes. He aquí la obra, mis interpretaciones de los binomios: Soberbia/Humildad; Avaricia/Generosidad; Lujuria/Castidad; Ira/Paciencia; Gula/Templanza; Envidia/ Caridad; Pereza/Diligencia.